jueves, 2 de mayo de 2013

Pintando mi identidad.

Nueva clase, nos separaron nuevamente y los pares nos fuimos a Tomás Fierro, tenía claro que quizás ya estaban secas y listas nuestras máscaras. Nos habían pedido témperas y cosas para adornar, pero como soy muy distraído, se me habían olvidado. Se acercaba la hora de materializar nuestra identidad con colores y accesorios, se acercaba la hora de caracterizar a nuestras máscaras ya secas y listas para ser pintadas.

Lo primero que pensé cuando estaba nuevamente sentado y frente mío estaba mi rostro fue: “Mmm que raro que me cueste tanto pintar algo que me represente”, por eso le pregunto al señor lector: Si yo le preguntara quién es usted, ¿sabría responderme? Lo más probable es que su respuesta sea negativa o no sepa responderme. Que difícil para el ser humano responder algo que quizás los otro animales sobre la Tierra ya tengan predeterminado por su nicho ecológico o su lugar en alguna cadena trófica alimentaria. Y yo, como buen ser humano, tampoco conocía la respuesta a tal interrogante.

¿Quién soy? Pues, soy Pablo Morales. ¿Qué es ser Pablo Morales? Pues, ser yo. Y ¿Qué es ser “tú”? Que horror de paradojas y circularidades rondan por mi cabeza cuando intento responder preguntas con un tejo de existencialidad como las que escribí. Materializar la identidad nunca ha sido nada fácil y, empiezo a creer que su respuesta no existe y no es relevante más que hacerse la pregunta de tal cosa.

Entonces llegué a una conclusión sobre mí: Soy espontáneo, la improvisación siempre me ha gustado; usaré la espontaneidad para pintar mi máscara, me representará en su totalidad si se nota que hubo improvisación. Empecé esta improvisación tomando cualquier vasito de témpera a ojos cerrados (tocó que saqué el color rojo) y pinté el borde de mi máscara con una línea gruesa de este color. Siempre me ha gustado el rojo, demuestra actividad y no pasividad, exactamente como soy yo. Luego seguí con una serie de colores que iban pintando el borde del borde de la máscara hasta llegar al centro. Mi máscara se convirtió en un antro de colores homogeneizados como circunferencias y demostraba que yo, Pablo Morales Carreño, al igual que todos los seres humanos del planeta, soy mucho más que un solo color o un solo adorno. Hay colores y colores, colores como el negro, que representan los problemas, las delicadezas y debilidades del hombre y mujer; otro color como el rojo o el naranjo representan que somos seres biológicamente activos, necesitamos tener actividades y ocupaciones; otro color como el blanco, muy especial, representa la luz que todos tenemos y la bondad de cada hombre y mujer que habita esta Tierra.



Como usted puede ver, señor lector, me aseguré de mezclar muchas emociones dentro de lo que sería mi máscara para explicar la complejidad del ser humano. Pero lo que encuentro más hermoso de todo esto es que lo hice a partir de la improvisación que, más que una actitud, es un arte hermoso.


La espontaneidad es arte.

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