Nueva clase, nos separaron nuevamente y los pares nos fuimos
a Tomás Fierro, tenía claro que quizás ya estaban secas y listas nuestras
máscaras. Nos habían pedido témperas y cosas para adornar, pero como soy muy distraído,
se me habían olvidado. Se acercaba la hora de materializar nuestra identidad
con colores y accesorios, se acercaba la hora de caracterizar a nuestras
máscaras ya secas y listas para ser pintadas.
Lo primero que pensé cuando estaba nuevamente sentado y
frente mío estaba mi rostro fue: “Mmm que raro que me cueste tanto pintar algo
que me represente”, por eso le pregunto al señor lector: Si yo le preguntara
quién es usted, ¿sabría responderme? Lo más probable es que su respuesta sea
negativa o no sepa responderme. Que difícil para el ser humano responder algo
que quizás los otro animales sobre la Tierra ya tengan predeterminado por su
nicho ecológico o su lugar en alguna cadena trófica alimentaria. Y yo, como
buen ser humano, tampoco conocía la respuesta a tal interrogante.
¿Quién soy? Pues, soy Pablo Morales. ¿Qué es ser Pablo
Morales? Pues, ser yo. Y ¿Qué es ser “tú”? Que horror de paradojas y
circularidades rondan por mi cabeza cuando intento responder preguntas con un
tejo de existencialidad como las que escribí. Materializar la identidad nunca
ha sido nada fácil y, empiezo a creer que su respuesta no existe y no es relevante
más que hacerse la pregunta de tal cosa.
Entonces llegué a una conclusión sobre mí: Soy espontáneo,
la improvisación siempre me ha gustado; usaré la espontaneidad para pintar mi
máscara, me representará en su totalidad si se nota que hubo improvisación.
Empecé esta improvisación tomando cualquier vasito de témpera a ojos cerrados
(tocó que saqué el color rojo) y pinté el borde de mi máscara con una línea
gruesa de este color. Siempre me ha gustado el rojo, demuestra actividad y no
pasividad, exactamente como soy yo. Luego seguí con una serie de colores que
iban pintando el borde del borde de la máscara hasta llegar al centro. Mi
máscara se convirtió en un antro de colores homogeneizados como circunferencias
y demostraba que yo, Pablo Morales Carreño, al igual que todos los seres
humanos del planeta, soy mucho más que un solo color o un solo adorno. Hay colores
y colores, colores como el negro, que representan los problemas, las
delicadezas y debilidades del hombre y mujer; otro color como el rojo o el
naranjo representan que somos seres biológicamente activos, necesitamos tener
actividades y ocupaciones; otro color como el blanco, muy especial, representa la
luz que todos tenemos y la bondad de cada hombre y mujer que habita esta
Tierra.
Como usted puede ver, señor lector, me aseguré de mezclar
muchas emociones dentro de lo que sería mi máscara para explicar la complejidad
del ser humano. Pero lo que encuentro más hermoso de todo esto es que lo hice a
partir de la improvisación que, más que una actitud, es un arte hermoso.
La espontaneidad es arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario