Primera clase, primer encuentro, nuevas experiencias:
Recuerdo que cuando me matriculé en Terapia Ocupacional en esta universidad siempre me pregunté en qué consistiría este ramo, con un
nombre lo bastante largo como para imponer dudas en el más hábil pensador:
Terapia Ocupacional y Estrategias de la Intervención. ¿Qué sería? ¿Consistiría
en como podemos intervenir, como futuros terapeutas, en la vida de los
usuarios? ¿Será divertido? ¿Me podrá ir bien?
Estas y muchas otras dudas rodeaban mi cabeza, ingenua
como la de cualquier universitario en primer año.
Ahora, me llevé una grata sorpresa aquella primera clase,
llevando mi distintivo creativo con el nombre Pablo escrito en él. Admito haber
estado confundido ante tal comportamiento que esperaban de nosotros, ya que nos
han enseñado y amoldado desde pequeños que debemos ser serios y mantener una
actitud madura ante la vida.
Pero me sentí pleno cuando, al ingresar al auditorio
Brígida Flores, vi que todos mis compañeros de carrera conversaban y reían como
si se conocieran desde hacía años. Yo, sin darme cuenta, realizaba lo mismo. Me
sentía relajado, tranquilo, en paz, como si los problemas existentes fuera del
auditorio no existieran. Y pude concluir que aquella clase sería distinta a
cualquier otra que había tenido… Y no me equivoqué en esta conclusión.
Pronto luego de sentarnos en nuestros puestos, la
profesora se presentó junto con el profesor que nos tomaba fotos. Luego de esto
tuvimos nuestro primer deber en el ramo: Dibujar un triángulo en una hoja y,
con múltiples colores a elección, escribir en cada vértice nuestras tres
cualidades personales que sentíamos que nos definían como persona. Fue lo
bastante complicado como para tomarme más del tiempo que nos dieron los
profesores. ¿Cómo definirme en tres palabras? Pregunta que jamás me había hecho
y que es tan interesante pensarla como complicada decir su respuesta.
Las tres palabras que elegí fueron: Perseverante, suelo ser
consistente en las actividades que realizo, cuesta verme dándome por vencido
cuando observo que algo puedo hacer para poder enmendar las cosas o superar las
metas que yo mismo me impongo. La segunda palabra era: Risueño, río con
facilidad, muchas cosas me causan gracia y me gusta que otras personas se rían
junto a mí. Creo, y tengo casi la absoluta certeza, que la risa es uno de los
mejores remedios que existen en este universo y que es capaz de unir a las
personas de una forma que va más allá de lo físico o de lo que podemos
apreciar.
La tercera palabra era Diplomacia, en el sentido de que
soy muy hábil y sagaz en el trato con la gente, me llevo bien en las relaciones
y no me cuesta mantenerlas.
Luego de haber escrito las palabras, las presentamos con
compañeros con los que no habíamos hablado, en parejas o tríos, luego fue en
grupos más grandes. Luego de un rato había que crear un grito de nuestro grupo,
el nuestro consistió en Bob Esponja. Fue un grato momento.